21 marzo 2013

Soy Daniela. Puedes llamarme Dani.



Fuente de la imagen: http://altfoto.com


Son las nueve y media de la mañana. Daniela acaba de salir de aquel edificio y probablemente no volverá a entrar. O sí, ¿quién sabe? Ahora mismo no tiene nada que hacer, ¡cómo cambian las cosas en media hora! Aunque tampoco le pilla de nuevas, ya hacía tiempo que todo el mundo sabía que la empresa no estaba pasando por el mejor de sus momentos, y tras ver que en el último año ya habían echado a dos personas no era difícil deducir que ella no tardaría demasiado, al fin y al cabo no era tan "imprescindible".

Era la primera vez que la echaban. En sus anteriores trabajos o bien había dimitido ella o bien la empresa se había ido a pique. Pero esta vez el negocio seguía. Sin ella.

¿Y ahora qué? Justo ahora que había tomado la decisión de, por fin, a sus veinticuatro años, irse de casa de sus padres. ¿Cómo va a independizarse ahora que no tiene trabajo? ¿Y por qué justamente le echan cuando había encontrado algo de "lo suyo"? ¿Qué va buscar ahora, algo de "lo suyo" o de todo? ¿Prefiere tener cualquier trabajo e irse de casa o prefiere esperar a encontrar el trabajo que le gusta aunque cueste más en salir? Pero ahora no tiene ganas de pensar. Ahora lo único que quiere es disfrutar del precioso y soleado día.

Hace muy buena temperatura, así que decide sentarse en una terraza. Se pide su café con leche y un croissant, de chocolate además. Hoy no es día de macedonias, ni yogures, ni tan siquiera de mini bocadillos de jamón York; hoy es día de bollería y chocolate, mucho chocolate. Hay que ahogar las penas, y aún es demasiado pronto para beber, así que se ahogan con comida.

Después de su gran manjar decide dar una vuelta. Ha pensado en llamar a alguna amiga, pero le da pereza ahora mismo tener que contarle que le han despedido. ¿Y su madre? Su madre está en casa. Cuando vuelva tendrá que decírselo, así que se decanta por pasear un rato más. Quizás estaría bien meterse en algunas tiendas y ver qué hay de nuevo. Pero no, descarta la idea. Eso lo único que hará será darle ganas de comprar, y ahora debe ponerse en modo ahorro. Al fin y al cabo, no sabe cuánto tiempo va a estar sin trabajo. Quizás son tres semanas como seis meses. O más... ¡No! Se quita la idea de la cabeza. Hemos quedado en que ahora no quiere pensar. Pero, ¡oh-oh!, se acaba de acordar de que hace tres días se compró un bolso de 600€. Casi la mitad de su sueldo. De su antiguo sueldo. Llevaba tiempo queriendo invertir en un buen bolso, y por fin se había decidido. No es que no le quedara dinero, aún tenía bastante ahorrado, pero tal y como están ahora las cosas 600€ pueden irle de mucho. Quizás sería mejor devolverlo... Sí, debería hacerlo, ese bolso no es imprescindible y ya habrá otra ocasión para comprarse uno. Aunque ese le había gustado tanto... Bueno, esta tarde se lo piensa.

Ya sabe qué hacer. Va a ir a una librería que conoce de segunda mano. Acaba de decidir que se va a comprar un par o tres de libros a precio de ganga, y así al menos estará entretenida una temporada.

Nada más entrar a la tienda le asalta ese olor a libros. ¡Mmmm..., qué embriagador! Se pone a ojear los diferentes estantes en busca de algo que le llame la atención. ¿Novela histórica? ¿Romance? ¿Thriller? ¿Auto ayuda? ¡No, por Dios! Nunca ha leído un libro de auto ayuda y esta no será la primera vez. Finalmente acaba decidiéndose por Cumbres Borrascosas, de Emily Brontë; 1984, de George Orwell; y The Brooklyn Follies, de Paul Auster. Este último en inglés, así de paso practica el idioma.

Son casi las doce del mediodía. ¿Y ahora qué? Tampoco se le ocurre nada que hacer ni donde ir, pero aún es pronto para ir a casa. Mira la bolsa que tiene con los libros. Ya está. Su lectura iba a empezar en cuanto encontrara un banco en un rincón tranquilo y acogedor. Una vez asentada a un lado de un pequeño y verde parquecito de la zona comienza con la novela de Brontë, le apetece un romance dramático.

Doce y media, una, una y media. Daniela ya se ha cansado y quiere volver a casa. Cierra el libro, lo mete en la bolsa y va camino al metro. 

- Hola cariño, ¿qué haces aquí tan pronto?
- Me han despedido, mamá.
- ¿Qué dices? ¿Y eso por qué?
- Pues mira, que la empresa no va demasiado bien y ya estaban echando a gente. Piensa que yo sólo llevaba dos años, y mi puesto tampoco era el más importante. Tenía casi todas las papeletas.
- ¡Pues vaya! ¿Y ahora qué? ¿Qué vas a buscar?
- No sé, ya veré. Ahora no me quiero comer la cabeza, necesito un respiro.
- Vale, cariño. Bueno, ¿tienes hambre? He hecho croquetas y ensalada.
- Mmmmm, sí, qué rico suena.

Son las cinco de la tarde. La madre de Daniela acaba de salir de casa, se ha ido a pasar la tarde con unas amigas. Daniela tiene la casa para ella sola. Ojala la tuviera siempre así, una casa para ella sola. Una casa que no tuviera compartir con nadie, por lo menos durante un tiempo. Suena su móvil. Es Blanca.

- Hola Blanca, dime.
- Hola Dani, ¿qué tal?
- Bien, todo bien, nada nuevo. ¿Y tú?
- Bien también. Oye, te llamaba porque estamos diciendo con las chicas de salir a cenar y de fiesta este sábado por la noche. Tú te apuntas, ¿no?
- Ah, vale. Pues sí, no tengo ningún plan y ya hace tiempo que no salimos por ahí. Suena bien.
- ¡Genial entonces! Confirmamos hora y sitio por whatsapp, ¿vale?
- ¡Perfecto! Un beso, cielo.
- ¡Un besote guapi!

Esto está bien, así se lo iba a decir a unas cuantas de golpe y encima lo iba a celebrar. El sábado se iba a emborrachar. Mucho. 

Durante toda esta semana Daniela se ha dedicado a actualizar su currículo. Es más, ha hecho dos versiones: una para un trabajo "de verdad" y otra para un trabajo "de todo" (véase: dependienta, camarera, cajera, etc.). Y también ha ido apuntándose a las ofertas de los portales de trabajo. Y ha estado leyendo. Y ha estado viendo series. Y ha estado mirando Blogs por Internet. Y ha estado mirando películas. Y ha estado inflándose a chocolate y patatas fritas. Y ha estado yendo al gimnasio para quemarlo.  A partir de la semana que viene me pongo en serio, se dice a ella misma.

Ha quedado a las nueve en la salida del metro más cercana al restaurante, pero como de costumbre es incapaz de llegar a la hora, siempre se retrasa diez minutos. Aunque no todas sus amigas son puntuales, así que tampoco es grave. Llega y allí están Blanca y Cornelia.

- Hola chicas, perdón por el retraso.
- Tranquila, aún faltan Ale y Raquel.- dice Blanca.
- Vaya...

Cinco minutos más tarde llega Alejandra, y dos después Raquel. 

- Anda que..., menos mal que os conozco y he reservado para las nueve y cuarto. Que por cierto, ya son casi y veinte y tardamos como cinco minutos en llegar. Como nos quiten la reserva...
- Calma Blanca, que no nos quitan nada.- dice Alejandra.

Una vez decidido qué pedir, empiezan a hablar para ponerse al día. Raquel empieza a contar sus avances con Jaime, un chico que conoció hace un mes en un local. Han quedado cuatro veces, y Raquel les cuenta cuánto le gusta y lo a gusto que se encuentra con él. Dice que la última vez que quedaron fue hace dos días y que tuvieron sexo, que según ella fue alucinante, y que se compenetraban de maravilla. En todo. Una vez acabado el relato de Raquel, incluyendo la multitud de preguntas curiosas de las amigas, Daniela habla.

- Pues tengo que contaros algo, chicas. El lunes me despidieron del trabajo.
- ¿Qué dices? - dice Cornelia.
- ¿Tía, y por qué no me lo contaste cuando hablamos el lunes?- interrumpe Blanca.
- Ay, pues porque no me apetecía. Pero bueno, eso, que han hecho reducción de plantilla y me ha tocado, qué le haremos.
- ¿Y estás bien o qué?- pregunta Alejandra.
- Sí, bueno... Un poco deprimida, pero bueno, que tampoco es el disgusto más grande de mi vida. Lo que me jode porque ya no voy a poder irme de casa de mis padres como tenía pensado, voy a tener que esperarme a que tenga otro trabajo, y que no sea temporal, claro. ¡Qué desastre!
- Bueno chica, no te preocupes, que seguro que no tarda en salirte algo.- dice Cornelia.

Continuamos hablando algo más sobre el tema, y cambiamos a la vida de Blanca, Alejandra y Cornelia, respectivamente. Todo esto mientras saboreábamos el surtido de platos de la mesa.

- Por cierto Dani, ¿y se sabe algo de Miguel?- apunta Cornelia.
- Mmmm, sí y no. 
- ¿?
- Pues desde que quedamos hace dos semanas, le llamé como tres o cuatro veces, esto antes del finde pasado. La última que le llamé me lo cogió, después de tres días en los que había visto que le había llamado, que no le costaba nada llamarme, pero bueno. Y entonces le dije de quedar otra vez, pero estaba como un poco raro, como dándome largas, no sé, y al final no quedamos en nada. Y entonces yo ya pensé que seguramente no le interesaba y ya, y lo dejé estar. Pero justo ayer me llama, y no se lo cogí porque estaba en la ducha del gimnasio, y aún no le he llamado.
- ¿Y por qué?- pregunta Raquel.
- No sé, no me apetecía. Si mañana por la tarde me apetece llamarle, le llamaré. Si no, no. No sé, la verdad es que con el rollo este me he enfriado un poco.
- ¿Pero te gustaba o qué?- infiere Alejandra.
- A ver, no me súper encantaba, pero sí que me gustaba. Por lo menos yo tenía intención de quedar alguna vez más con él y lo que surgiera. Pero ya te digo, que ahora casi que se me han quitado las ganas.
- ¡Bueno, esta noche conoces a otro y ya!- dice Blanca.

Terminan de cenar y se dirigen a un bar antes de entrar en la discoteca, las copas dentro están muy caras. Se decantan por varias rondas de chupitos, y Cornelia decide parar al tercero, enseguida le sube a ella. Raquel y Blanca se plantan en el quinto, ya se les está yendo bastante la cabeza; y Alejandra y Daniela deciden hacer una sexta ronda. Alejandra bebe como la que más y Daniela esta noche quiere despendolarse del todo, o casi.

Por suerte, la discoteca está a un par de calles del bar en el que se encuentran, y una vez en la cola, cuando llegan hasta el hombre del tamaño de un 4x4 todas intentan poner buena cara, cara de sobrias. Una vez dentro buscan el guardarropas para dejar sus chaquetas y bolsos, para bailar hay que estar cómodas. Buscan un rincón en el que acoplarse y hacen corrillo mientras empiezan a bailar como locas. Raquel se pone en medio del corrillo y comienza a mover el cuerpo cual serpiente, y el resto de las chicas se ponen animarla con gritos, silbidos y palmas.

Dos horas más tarde Blanca está hablando con un chico en la barra, sonriendo y tocándose mechones de pelo; Alejandra está bailando con otro, ambos bien arrimados; y Cornelia, Raquel y Daniela siguen en su corrillo saltando y bailando como si no hubiera un mañana. La discoteca es genial, la música que ponen les encanta, es ideal para bailar y divertirse. A Cornelia se le han acercado un par de chicos, pero sólo ha intercambiado un par de frases con cada uno, ella respeta y quiere mucho a su novio, y como a ella no le gustaría que Jorge coqueteara y bailara con otras chicas, ella no lo hace.

Daniela se lo está pasando genial, moviéndose sin mesura, a esto que empuja a alguien con el codo.

- ¡Eh! Casi haces que me tire la copa encima, vas a tener que compensármelo- le dice un chico a su espalda.
- Bueno, técnicamente si casi hago que te tires la copa encima, tendré que casi compensártelo- replica Daniela con una sonrisa en la cara. El chico es mono.
- Vale, ¿qué tal si casi me das tu teléfono entonces?
- ¿Y eso cómo se hace?
- Pues mira, tú me dices tu teléfono menos el último número, y ese ya me encargaré de buscarlo yo.
- Hombre, llamar a diez teléfonos distintos no es un gran logro, vas a tener que currártelo más.
- ¿Quieres ponérmelo difícil? Vale, jugaremos. Por cierto, mi nombre es Fran, ¿y el tuyo?
- Daniela- se lo está pasando bien, y el chico de primeras le gusta.
- Bueno, Daniela, cuéntame, ¿a qué te dedicas?
- Pues ahora mismo a nada, me han despedido esta semana.
- ¡Vaya, qué putada! ¿Y de qué trabajabas?
- Pues era ayudante de Relaciones Públicas en una agencia especializada en marcas del mundo de la moda, de la imagen, etc. Llevaba junto con otra gente varias cuentas de clientes, pero bueno, eso ya es pasado. ¿Y tú a qué te dedicas?
- Yo soy Ingeniero de obras públicas, pero no trabajo de eso. Ahora mismo estoy como repartidor de Carrefour, ¿qué te parece?
- Vaya, suena muy emocionante- dice Daniela con sonrisa pícara.
- Lo es, lo es. A veces cambio de casas a las que llevar el pedido, es toda una aventura.- contesta él sonriendo.

Daniela y Fran siguen hablando. Blanca aún está hablando con el chico de la barra, que le gusta mucho, pero intenta hacerse la difícil. Mientras, Alejandra está envuelta en los brazos de su hombre y no despegan los labios el uno del otro. Y Cornelia y Raquel bailan en pareja, cogiéndose de las manos y brincando. El panorama es digno de ver.

Casi al final de la noche, Cornelia y Raquel ya están muertas del agotamiento y quieren irse a casa, así que se acercan a Daniela, que es la más cercana.

- Dani, nosotras ya estamos agotadas, nos vamos a ir ya, ¿te vienes? - dice Cornelia.
- Ah, sí, sí, yo también estoy cansada, me voy con vosotras- contesta Daniela.
- Bueno, ¿me vas a dar tu teléfono ahora? -  pregunta Fran.
- Sí, claro. Dame tu móvil que lo apunto- dice mientras pone la palma de la mano hacia arriba para recibir el objeto.

Fran le pasa el móvil con el marcador preparado. Daniela empieza a teclear y se lo entrega. Fran se ríe.

- ¡Qué mala leche! ¿Al igual me vas a hacer llamar a diez personas?
- Bueno, ese era el trato, ¿no? Que casi te diera el número de teléfono. Pues ahí está. No te quejes tanto, que podría haberte puesto sólo tres dígitos en lugar de ocho.
- Sí, pero tú también quieres volver a verme- dice Fran con una ávida mirada. Daniela se la devuelve y se gira sonriendo.
- Adiós Fran, nos vemos.

Las tres se dirigen hacia Blanca, quién tras haber intercambiado números de teléfono se une a ellas.

- No, chicas, id tirando, yo me quedo un rato más- dice Alejandra.
- Vale, pero ten cuidado, cielo- le responde Daniela.
- No te preocupes, mañana te llamo y te cuento qué tal la noche- dice guiñándole un ojo a Daniela.
- Esperaré ansiosa tu llamada. Pásalo bien.

Las cuatro chicas recogen sus cosas del guardarropía y salen a la calle.

- ¿Dani?

Daniela se gira tras escuchar la voz masculina gritando su nombre.

- ¿Miguel? ¡Hola! ¿Qué haces aquí?
- Pues nada, he venido con unos amigos y hemos salido hace un rato. Ahora íbamos a irnos a casa. ¿Y tú qué?
- Pues nada, lo mismo.
- Oye, ¿no viste mi llamada?
- Oh, sí, pero no pude cogerte el móvil y luego ya no me acordé de llamarte.
- Bueno, tranquila, sólo era para ver si te apetecía quedar un día de estos.
- Ah, pues no sé... Estos días estoy un poco hasta arriba de trabajo, muy liados en la empresa. Estoy haciendo un montón de horas extra, así que no es que tenga demasiada disponibilidad. Pero miraré de llamarte mañana o pasado y te digo algo, ¿vale?- Daniela no estaba segura de si quería volver a quedar o no con él, así que por si acaso ha decidido dejar la puerta medio abierta, medio cerrada.
- Vale, pues espero tu llamada entonces. Me alegro de haberte visto, estás muy guapa.- le dice Miguel con una sonrisa torcida.
- Sí, yo también. ¡Adiós!

Y Daniela y sus amigas se dirigen hacia un taxi que ha parado Raquel. La noche ha sido muy larga y los tacones son agotadores.

5 comentarios:

  1. Hola Annie, esta mañana lo he leido y me ha gustado muchísimo. No sé si estamos ante un relato finalizado o tiene continuación. Espero que así sea. Un beso!

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    Respuestas
    1. ¡Gracias Blanche! Me alegro de que te haya gustado :)

      Y sí, seguramente tendrá continuación, jaja

      ¡Besos igualmente!

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  2. Hola Annie,

    Me ha encantado el relato y me he quedado muy picada, si Fran la llamará? encontrará trabajo? se irá de casa de sus padres?

    Muy interesante. Me ha encantado descubir tu blog! me quedo como seguidora. Saludos y hasta protno!

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    Respuestas
    1. ¡Qué bien que te haya gustado Gladys! Próximamente más ;)

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  3. Pues aquí nos tienes a las tres pilladas con la continuación, Annie. Qué nervios ;)

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Gracias por pasarte y comentar ;)

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